domingo, 22 de mayo de 2011

¿Y si me voy sola?

Domingo 22 de mayo de 2011

LIA SCHENCK
Yo ya estoy un poco harta de ayudar a mi marido a superar el machismo. A mí me deberían incluir en el libro de los récords Guinnes por la cantidad de veces que le he dicho a lo largo de veinticinco años de casados que no deje la toalla tirada en el piso después de bañarse. Para peor él es de los que se bañan todos los días así que vayan sacando cuentas. Trescientos sesenta y cinco días por veinticinco años y medio de convivencia… Claro que en esa cuenta hay que descontar las veces que estuvo con gripe y no se bañaba y la vez que se quebró el fémur y durante dos meses yo tuve que hacerle la higiene local y general sentado en una silla, Y así todo. ¿Cuántas veces le tengo dicho que cuelgue el pantalón cuando se lo saca para dormir?
¿Ustedes pueden creer que ha llegado a decirme que con tal de no escucharme preferiría dormir con el pantalón puesto? Fuera de eso trato de llevarme bien con él mucho más ahora que estamos por hacer una excursión baratísima a San Pablo por quince días. Todo estaría bien si no fuera porque ya tengo contabilizado que le pedí treinta y dos veces que me baje la valija que tenemos guardada en el último estante de un placard que está en la casa de la madre de él.
Yo no puedo ir a buscarla, no sólo porque estamos enemistadas desde hace nueve meses, sino porque no habría manera de que yo alcanzara a bajarla sin ayuda de una escalera que por supuesto ella no tiene. Se supone que habérselo pedido seis o siete veces estaría bien, pero ya estoy superada. Y si pienso que le tengo
que pedir que la lustre un poco porque es de las de antes, de las de cuero uruguayo y además le tengo que pedir que la cierre él porque yo siempre tuve poca habilidad con los cierres, me siento agotada de solo imaginar mi tiempo de espera.
Todo esto me desanima un poco y no sé si seguir adelante con este viaje. Seguramente alguien podrá preguntarme: ¿a cuál viaje te referís?, ¿al viaje a San Pablo?, ¿al viaje matrimonial? 
Es cierto, una vez leí en una revista de turismo que el matrimonio es como un viaje. En realidad no sabría qué contestar. Me doy cuenta de que estoy al borde de un estrés espantoso. Yo misma me hago chistes con eso de figurar en el Guinnes, pero la verdad es que estoy harta. De alguna manera siempre termino haciendo lo que mi marido no hace. Soy yo la que termina levantando la toalla mojada o colgando los pantalones. Ahora
me pongo a pensar que en realidad debería figurar en el Guinnes por hacer millones de veces lo que tendría que hacer mi marido, me refiero a lo que tiene que ver con hábitos personales. A veces me pongo a pensar qué es lo que yo más deseo a esta altura de mi vida:¿levantar pantalones del suelo? ¿colgar toallas? ¿lustrar una valija de cuero sabiendo perfectamente que soy alérgica a cualquier producto químico?
Creo que lo que más deseo, al menos hoy, es irme a San Pablo sola, sin valija y sin marido, ¿Por qué me costará tanto tomar una decisión tan sencilla?

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