domingo, 5 de junio de 2011

Leonora Carrington alcanzó el sueño eterno

Domingo 05 de junio de 2011

Como en los sueños de sus pinturas, Leonora Carrington alcanzó el sueño eterno. La última sobreviviente del movimiento surrealista falleció en la noche del 25 de mayo, a los 94 años de edad en el Hospital Inglés de la Ciudad de México, víctima de una neumonía.
ROSALINA NICOLAT (*)
No me gustaría morirme de ninguna manera, pero si llego a hacerlo algún día, que sea a los 500 años de edad
y por evaporación lenta”, le había dicho  Carrington a la escritora mexicana Elena Poniatowska en una entrevista en 1957. Y es que a pesar de su avanzada edad, la pintora gozaba de una gran vitalidad, trabajaba, bromeaba, reía y disfrutaba al máximo su vida. Leonora fue además de pintora, escultora, escritora, grabadora, creadora de muñecas, fabricante de tapices y le gustaba realizar juegos de alquimia en la cocina. Le fascinaba ver cómo se transformaban las verduras, las frutas, la variedad de sus aromas. También elaboró vestuarios y escenografías para obras de teatro. Ilustró libros de otros escritores, entre ellos los de su hijo Gabriel. 

El 14 de noviembre del año 2000 Leonora recibió la Orden del Imperio Británico, otorgada por la reina Isabel de Inglaterra. Ese día presentó su obra de teatro “La invención del mole”, en el Museo Rufino Tamayo de la Ciudad de México. En esa pieza teatral, Carrington mezcló el mito de la creación de ese platillo con la visita del arzobispo de  Canterbury a la corte del emperador azteca Moctezuma. Al día siguiente, el 15 de noviembre, la escenificó en la embajada de  Gran Bretaña en México.

La feminista
En 1968, Leonora abandonó México indignada por la matanza estudiantil, y donó uno de sus cuadros para rifarlo y obtener dinero para ayudar a los estudiantes encarcelados. En  2006 donó otro cuadro para subastarlo y apoyar de esa manera  la campaña presidencial de Andrés Manuel López Obrador. La pintora afirma que cuando era pequeña le indignaba que a los niños les permitieran hacer muchas cosas que a las niñas no. Esto la hizo un ser rebelde y se hizo acreedora a varias expulsiones de escuelas e internados de Inglaterra y Francia.

Afortunadamente tuvo el apoyo de su madre, quien le permitió estudiar arte en Inglaterra y Florencia. En  1938 expuso por primera vez sus pinturas en París y Ámsterdam. En ese mismo año publicó su primera novela, “Little Francis”, en la que narra el triángulo amoroso entre ella, Max Ernst y la esposa de éste, Marie-Berthe. Sin duda, Carrington fue un personaje fuera de serie. Se adelantó a su tiempo. Era una mujer muy fuerte que se supo sobreponer a las adversidades que le tocó vivir en los inicios de la Segunda Guerra Mundial. Quizá esas vivencias difíciles le hicieron aprender a disfrutar cada segundo de su vida.
“Pasamos más tiempo muertos que vivos” 
La pintora era jovial, alegre y le encantaba hacer bromas. Cuando hablaba de su asistencia a las corridas de toros, decía que ella aplaudía cuando el toro brincaba el callejón y correteaba a todo el mundo. Narraba: “Otra vez el público echó botellas y cojines, arrancaron losanuncios de hojalata y los echaron al ruedo, en fin, echaron lo que pudieron. Luego el público mató al toro y lo cocinaron. ¡Todo esto en la plaza!”. En una entrevista, la periodista le preguntó su opinión sobre el suicidio de Wolfgang Paalen. Carrington contestó: “Me desconcierta la falta de curiosidad ante el espectáculo de la vida. Finalmente pasamos más tiempo muertos que vivos, hay que aprovechar, ¿no crees?”. Y cuando la periodista le sugirió que de todas formas se perderá el final de la película, la pintora respondió: “A mi edad lo que empieza a preocuparme no es el final de la película, sino ¿qué hay después de la película?”. Carrington mencionó en otra entrevista que le encantaban los animales, entre los cuales no se encuentran los humanos. Y contaba que en Londres le gustaba ir al zoológico donde tenía una amiga hiena a la que le enseñó francés. 

La escritora
Esta es la faceta menos conocida de la artista. Sus obras literarias las publicó en español, francés e inglés. No le gustaban las traducciones. Cuando le cuestionaban por qué en diferentes idiomas, contestaba que escribía en el idioma de la gente a la que estaban dedicadas sus obras. Entre sus obras se encuentran “La dama oval”, “La debutante” –en la que narra con humor corrosivo su presentación en la corte de George V de Inglaterra–, “La casa del miedo”, “La puerta de piedra”, “Penélope”, “La camisa de franela”.
2007, año de homenajes.
En el año 2007, Leonora recibió  varios homenajes para celebrar sus 90 años de fructífera vida. Uno de ellos fue el 8 de octubre en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de México (UNAM). En aquella ocasión la acompañaron Elena Poniatowska y Carlos Monsiváis. El maestro José Luis Ibáñez leyó su obra de teatro “La invención del mole”. Fue una velada inolvidable, llena de recuerdos, nostalgia, carcajadas y al final los estudiantes la ovacionaron de pie y se arremolinaron alrededor de la artista nonagenaria. En ese año la empresa Tequila Cuervo le pidió un diseño para su edición Tequila Cuervo Colección 1800 y ella elaboró una escultura en plata llamada “La reina del tequila”. Del 12 de febrero al 31 de octubre de ese mismo año, el gobierno del Distrito Federal organizó la exposición “Leonora Carrington en la Ciudad de México”, exposición al aire libre en la avenida Paseo de la Reforma, de la calle Gandhi al Museo Nacional de
Antropología.

La exposición estuvo integrada por 17 esculturas de gran formato y 50 lámparas de luz integradas por fotografías de la pintora y su familia, desde que Carrington era niña hasta la actualidad y reproducciones de  algunas de sus obras. Tuvo una gran aceptación por parte del público, y tanto los automovilistas como los viandantes se detenían fascinados ante la originalidad de las esculturas. Muchos de los asistentes no resistieron la tentación de fotografiarse con ellas. El 2 de marzo de 2009 Leonora  publicó “Un mural en la selva”, reproducción de una obra que le pintó a Plutarco Gastélum en Xilitla, San Luis Potosí, México. El libro va acompañado de textos de su hijo Gabriel. Ese mismo año diseñó otra botella para Tequila Cuervo. A sus 92 años seguía tan lúcida, creativa y con un sentido del humor maravilloso.
Aunque el surrealismo le quedó corto, puesto que con su imaginería fantástica rompe con las etiquetas, Elena Poniatowska  menciona entre bromas y veras que Leonora fue el último monumento vivo de dicha corriente artística. Recientemente Poniatowska publicó el libro “Leonora”,  una novela inspirada en la vida de la pintora. En mi opinión, Leonora Carrington eligió atinadamente a México como su lugar de residencia permanente, ya que cuando el padre del surrealismo, André Breton, visitó México, lo calificó como país eminentemente surrealista. ¿Dónde podría haber vivido mejor?

(Cimac)
(*) Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas por la UNAM

Biografía breve
Leonora Carrington nació el 6 de abril de 1917 en Clayton Green, Lancashire, Inglaterra. Su padre, Harold Wilde Carrington, fue un rico industrial de textiles y un hombre excéntrico. Todos los hijos de la familia recibieron una educación católica estricta.
A Leonora se la consideró “ineducable” y fue expulsada de varias instituciones educativas. Sus padres la enviaron a Florencia, Italia y a París, Francia, con el fin de prepararla para ser presentada en la corte inglesa en 1934. Sin embargo, desde los tres años, lo único que le interesaba a Leonora era dibujar.
En 1936 convenció a su familia para estudiar en la Academia Amédée Ozenfant de Londres. Sin la ayuda económica familiar, vivió pobremente en una casa de huéspedes. En Londres conoció al pintor alemán Max Ernst, con quien se unió en 1937. Con él regresó a Francia, donde vivieron juntos durante dos años. En París, Leonora se incorporó al grupo surrealista y expuso con ellos en 1938.
Cuando Max Ernest fue internado en un campo de concentración en 1939, Leonora sufrió un colapso nervioso. Sus padres la enviaron a Santander, España, a un hospital para enfermos mentales. Fue trasladada a Lisboa, Portugal, en 1941, donde escapó de su guardiana y pidió auxilio en el Consulado de México.

Por un matrimonio de conveniencia con el escritor y poeta mexicano Renato Leduc, Leonora llegó a Nueva York. Allá empezó a pintar y se unió con los surrealistas exiliados. En México la pareja se divorció, conservando una fiel amistad. En 1943, Leonora conoció al fotógrafo húngaro Imre Weisz, quien desde entonces fue su compañero y desde 1946 su  marido. Con él procreó dos hijos: Pablo y Gabriel. El primero es médico y el segundo heredó el talento artístico de sus padres: es antropólogo, filósofo, hace teatro y escribe poemas. Leonora mantuvo una estrecha amistad con personajes como Remedios Varo, Kati y José Horna y todo el grupo surrealista que se estableció en México. 
Como coleccionista de su obra destaca el filántropo y multimillonario Edgard James. Leonora vivió por temporadas en Estados Unidos y México, hasta establecerse de manera permanente en este último país.

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