domingo, 31 de julio de 2011

Paspartú: Coliflor con herraduras

Lia Schenck

He tenido la mala suerte de enamorarme de un hombre supersticioso.  Cuando yo lo conocí ya coleccionaba herraduras que encontraba por la calle. En los últimos meses estuvo muy deprimido porque solo encontraba pedazos de herradura. El igual las coleccionaba (las ponía en una caja de zapatos). Cuando yo le decía que eso no era por mala suerte sino porque en este país ya no se usa cambiar las herraduras a los caballos y que la usan hasta no dar más, él se quedaba cabizbajo o con la mirada perdida. Y casi enseguida insistía en que le anunciaban mala suerte. Un día que yo había preparado para la cena suflé de coliflor me confesó que siempre
creyó que yo le iba a traer suerte porque me llamaba Jennifer como Jennifer López, que es su mujer ideal.  Después me contó que en una revista leyó que esa Jennifer tiene mucha suerte porque el marido le regaló un water con diamantes. Él a mí lo único que me regaló fue un anillo de acrílico que no brilla para nada y ahora lo único que brilla es él, pero por su ausencia. Me dejó porque dice que a la larga íbamos a tener mala suerte y porque desde que empezó a encontrar pedazos de herradura se dio cuenta de que conmigo nunca va a tener suerte completa por más que yo me llame Jennifer. Todo esto me parece muy triste y no sé qué hacer con su ausencia ni con la caja con herraduras partidas. Me dio una tristeza enorme ver que lo último que hizo antes de irse fue sacar de la caja las herraduras enteras y ponerlas adentro de la matera. Evidentemente mucha suerte no he tenido con este amor. Yo no sé si atribuirlo únicamente a las herraduras incompletas. Muchas veces a la buena suerte hay que agarrarla de la cola, cosa que me parece que yo no hice. Yo me asusté y tal vez, sin darme cuenta, yo misma soy una mujer supersticiosa y causé, digamos, cierta enemistad entre las herraduras y yo. De todas maneras tengo la intuición de que no todo está perdido. Pienso que tendría que llamarlo, prepararle otro suflé de coliflor y poner la caja de zapatos con las herraduras incompletas como centro de mesa. Podría también agregar un par de velas y servir dos copas de vino. Me da la impresión de que es un hombre muy sensible que necesita ser estimulado y reconfortado. Él tiene que saber que lo que más me interesa es su compañía y que yo no sabría qué hacer con un water de diamantes. Yo sé que a los hombres hay que explicarles muchas cosas. O no explicarles nada y dejarse llevar por los instintos más elevados. Pero en el caso de él me parece que explicarle algunas cosas puede traerme buena suerte. Tal vez yo pueda llevar, muy sutilmente, la conversación para el lado de las herraduras. A lo mejor me da resultado explicarle que las incompletas pueden no ser un signo de mala suerte, sino de que la suerte anda merodeando alrededor de los dos y que lo mejor que se puede hacer en esos casos es darle alguna ayudita como para animarla a acercarse. Y explicarle también que en el mundo en que vivimos, aunque sea un pedacito de suerte, ya es bastante.

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